XVIII
Puerto Carrero, hermano de la Señora Duquesa, Señor de Mo-
guer, y el Sr. D. Luís Puerto Carrero, Señor de Palma y otros
muchos honrados Señores: Fernan Darlas, Señor del Viso é Pe-
dro de Vera, é D. Luís Mendez Portocarrero, é Francisco Cataño
é otros, todos estos se cubrieron de luto, que faltó xerga, con
el fallecimiento del Duque de Medina, é pusiéronlo en un ataud
aforrado en terciopelo negro, é una cruz blanca de damasco enpresencia de los dos frailes, vestido de una rica camisa é un ju-
bon de brocado, é un sayo de terciopelo negro, é una marlota de
brocado, fasta en pies, é unas calzas de grana, é unos borceguíes
negros, é un cinto de hilo de oro, é su espada dorada ceñida, se-gun él acostumbraba traer cuando era é andaba en las guerras de
los moros, é así descendieron el ataud con él de la sala, é lo
pusieron en unas andas enforradas de terciopelo negro á
bajo
en
el cuerpo de la casa, donde los Ponces sus hermanos y pa-
rientes y la Duquesa, su mujer, y otras muchas Dueñas hicieron
sobre él grandes lloros é sentimiento: eso mesuro ficieron sus
escuderos é criados, é otros, é otras muchas de su tierra é tam-bien de la Ciudad, que era muy bien quisto Caballero. Desque
fué noche, antes de Ave Maria, vinieron mas de ochenta Clérigos
con la Cruz de Santa Catalina, é tres órdenes de Frailes del Cár-men, de la Merced é de S. Francisco, y encornenddronlo é sacá-ronlo en las andas, acompañándolo los Eclesiásticos, el Provisor
é todos los demás honrados Canónigos de la Iglesia mayor é
Arcedianos é dignidades, é los Obispos que se hallaron en la ciu-
dad. E de lo seglar el Conde de Cifuentes, Asistente de Sevillay la mayor parte del Regimiento de la Ciudad de Veinte y cua-
tros, y Alcaldes mayores é otras gentes, que no cabian por todas
las calles; lleváronlo por la calle de la Alóndiga é por S. Lean-
dro, faciendo por sus trechos sus paradas, donde la Clerecía decia
sus responsos, é las gentes que seguian sus ploros, y les ayuda-ban las Dueñas que salian á mirar desde sus puertas é ventanasá lo llorar, é daban tan grandes gritos las mugeres de la Ciudad
por donde lo llevaban como si fuera padre, ó fijo, ó hermano